Crepes de queso fresco con naranja y nueces
Elaboración:
Para hacer la crema de crepes, casca los 3 huevos en un vaso batidor. Añade la harina, una pizca de azúcar, la leche y un chorrito de aceite. Bate con la batidora eléctrica hasta obtener una crema sin grumos. Reserva.
Pela la naranja y sácale los gajos. Resérvalos.Elaboración:
Para hacer la crema de crepes, casca los 3 huevos en un vaso batidor. Añade la harina, una pizca de azúcar, la leche y un chorrito de aceite. Bate con la batidora eléctrica hasta obtener una crema sin grumos. Reserva.
Pela la naranja y sácale los gajos. Resérvalos.
Pon a derretir la mantequilla en una sartén. Añade un cacito de crema, extiéndela bien y deja que se cuaje por los 2 lados. (El primer crepe siempre se deshecha). Realiza 8 crepes de esta manera.
Coloca encima de cada crepe un poco de queso y un par de gajos de naranja. Envuélvelos, ciérralos bien y fríelos por los dos lados en una sartén con aceite. Retíralos a un plato cubierto con papel absorbente para eliminar el exceso de aceite. Sirve los crepes en un plato y acompaña con unas nueces peladas. Salsea con unos hilos de miel y decora con una hojita de menta
Pon a derretir la mantequilla en una sartén. Añade un cacito de crema, extiéndela bien y deja que se cuaje por los 2 lados. (El primer crepe siempre se deshecha). Realiza 8 crepes de esta manera.
Coloca encima de cada crepe un poco de queso y un par de gajos de naranja. Envuélvelos, ciérralos bien y fríelos por los dos lados en una sartén con aceite. Retíralos a un plato cubierto con papel absorbente para eliminar el exceso de aceite. Sirve los crepes en un plato y acompaña con unas nueces peladas. Salsea con unos hilos de miel y decora con una hojita de menta
poema jose antonio labordeta
Poema Hablo, Por Hablar de José Antonio Labordeta
Hablo, por hablar,
hoy que está desierto el mar
y una paz agreste invade
estas turolenses llamaradas
de fuego y de dolor.
Hablo del día a día que sucede,
de las tardes que adiós nos despedimos,
de los hijos que llegan,
de las tierras que acogen nuestros cuerpos
y de todo aquello
que va formando, al fin, nuestra figura.
Del paso indefinido
hablo también
y hablo, para quedar en paz con mi conciencia,
del tiempo jamás recuperado,
huido entre sonrisas, adioses y lágrimas,
que nadie reservó para el otoño.
Hablo del campesino y de su hondura,
del herrero que fragua su tristeza,
del minero que invade las entrañas,
del poeta que, a solas, agoniza.
Hablo de mi mujer y su esperanza.
Y hablo de este pequeño dios
que ha entrado en casa,
después de tantos días esperado.
Hablo y hablo
y nunca sé por qué guardar silencio.
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